Sabiduría
Con mi hermana Catalina –la menor de siete hermanos- vamos los dos con frecuencia a misa, en la catedral del municipio donde vive ella con su esposo e hija. En una de esas Eucaristías, celebrada este año, un sacerdote que oficiaba ahí y estaba recién llegado, tuvo actitudes que desdicen de la labor de un ministro de la iglesia católica.
Un habitante de la calle con un pequeño problema mental se sentó en la segunda grada, de las cuatro que hay, que llevan al presbiterio. El sacerdote en cuestión detuvo la celebración y con voz fuerte le dijo, entre otras cosas, que olía a feo; que se saliera de la capilla; que ésa era la casa de Dios y no la de los locos.
Creo que todos los asistentes quedaron atónitos por lo que acababan de ver y oír. Para colmo de males, al final de la misa y antes de la bendición sale el párroco a dar los avisos parroquiales y dice que, lo que acabaron presenciar está bien hecho. Incluso, que van a poner una reja para dividir la feligresía del presbiterio.
Cuando Jesús vino a la Tierra ¿con quiénes prefirió andar?
Álvaro Camilo Gómez Vargas subdirector de la cárcel de mediana seguridad de Pitalito, los días 14 y 15 de enero del 2009 me permitió dictar la conferencia ¿Por qué creer en Colombia? al cuerpo de custodia y vigilancia y luego en dos patios a los internos. En la última, en el patio número dos a unos cien internos pues los otros tuvieron a bien no acercarse a oír. Al final de esta jornada un interno, del cual sólo escribiré su nombre, Daniel, quien estuvo en primera fila –unos sentados en el suelo y el resto de pie-, se acercó y me dijo con una voz muy suave “gracias por haber venido y habernos traído ese bonito mensaje de año nuevo. No veía las cosas como usted nos las planteó. Nunca es tarde”.
Hizo un alto, estiró algo que traía entre sus manos. “Permítame le regalo una manilla. Este es mi trabajo. Con esto sostengo a mi familia”. Estiré el brazo para que me la pusiera, con l ai ntención de quitármela al salir del patio pues hasta ahora no había usado objetos por el estilo.
Su frase final fue lapidaria “sé que ahora que salga se la va a quitar y quizás guardar en su mesa de noche”. Me dio la mano, fuerte, muy fuerte. Pensé de una vez, añora la perdida libertad. Se le humedecieron los ojos y se fue. Recordé dos frases que había dicho en la conferencia “el cuento que no contamos no cuenta” y “si pensamos lo que siempre hemos pensado, -decía James Mapes- hacemos lo que siempre hemos hecho, lograremos lo que siempre hemos logrado”.
El interno añorando su libertad y el sacerdote yendo en contra de sus votos. Será que el primero está buscando a Dios y el segundo desdiciendo de Él.
Señor, regálame el don de sabiduría así como lo hiciste con el rey Salomón quien prefirió este don a riquezas materiales. Así como el rey mencionado “para discernir entre lo bueno y lo malo”.
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