domingo, 2 de enero de 2011

Las primeras horas

Se fue un año, otro año. El primero de la segunda década del siglo XXI; desde luego, llegan los balances. Otro desde luego, son los planes para afrontar el que inicia; al final de éste: balances. Empiezan los dimes y diretes. Año nuevo, vida nueva. Esta parece ser la premisa que muchos adoptan los primeros días de enero: “A partir de hoy dejo de fumar” o “llegó el momento de bajar de peso” o “ahora sí me independizo” son apenas tres de las promesas más populares que se hacen la mayoría de las personas al comenzar el año. Otros se fijan metas materiales como comprar una casa nueva o cambiar de carro. Y algunos más van por las subjetivas como mejorar el genio o ser más organizados.



Todos estos propósitos tienen un punto en común: le apuntan a cambiarle algo a la vida que llevaban el año que están ‘enterrando’. Así las cosas se puede decir que el destino tiene dos maneras de herir: negándose a los deseos de uno, o cumpliendo los de él. Sin embargo, se puede rehusar a aceptarlo tal y como se nos presenta.

Diego Castrillón, del Colegio Colombiano de Psicólogos, señala que la mayoría de personas piensan más en deseos que en planes concretos para mejorar sus vidas. La diferencia entre éstos y aquéllos es que mientras alguien que hace un plan evalúa los recursos con los que cuenta, el tiempo para lograrlo, la metodología y los fines, los que desean solo esperan que sus propósitos se cumplan de la nada, es decir que aparezca Merlín. ¿Cuál es la solución? Los expertos recomiendan dejar de lado los propósitos generales y reducirlos a objetivos concretos. Además, otro de los retos con este tipo de propósitos es que no basta con cumplirlos, sino que también se debe mantenerlos.

En lo personal 365 fructíferos; hubiesen podido serlo mucho más. Sin dimes ni diretes. Conocí muchas personas, de ellas con varias se ha venido fortaleciendo una amistad  -parodiando la historia de vida del bambú chino-; considero que crecí como persona –mi espiritualidad va en aumento-; en lo académico obtuve buenos dividendos; en lo arbitral, mi colegio atraviesa una gran crisis e infortunadamente va de la mano con el baloncesto tolimense; en lo laboral, bien.

En fin, es mucho más lo positivo que lo no positivo en el balance que realicé. ¿Será, entonces, que así se maneja el Libro de la Vida? Aquel del que habla las Sagradas Escrituras. La frase, que por cierto utilizo mucho “sembrar buenas semillas para que la cosecha sea del mil por una”, ¿tiene cabida acá?

Al dar las campanadas, claro, doce, empieza la gran mayoría de personas a dar y recibir besos, abrazos, palmadas en la espalda y palabras cargadas de cosas positivos, de muy buenos sentimientos, de lo mejor de lo mejor. ¿Se está diciendo y demostrando ese bello sentimiento de corazón o es sólo una tradición? No es entendible que alguien en esos momento de cambio de año sea tan ‘dulce’ y a los pocos minutos esté enfrascado en una pelea con su esposa, con un amigo e incluso hasta con uno de sus progenitores.

Permítanme citar a Marcelo D. Ferre: “… del modo en que viví, del modo en que siga viviendo y del modo en que algún día muera, seguiré pensando que ese es el sentido de mi vida, a veces la docilidad, a veces la rebeldía.  Pero si por los errores y aciertos cometidos, pudiera llevarme al más allá un trozo de acá, elegiría el amor y el odio, porque ambos, como la docilidad y la rebeldía, serán mis extremos en vida.

En ese viaje final pondría de un lado a la persona que hice feliz hasta los huesos con mi hidalguía.  Del otro, a quien mortifiqué en lo profundo del alma con mi cobardía”.

Recuerda, cualquiera que sea tu sueño, por chico o loco que les parezca a otros, ese es tuyo y no permitas que te lo roben. ¡Ve a su Encuentro!

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